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martes, 7 de septiembre de 2010
Un mapa
Un mapa delimita un camino posible. Tenerlo significa tener un destino seguro, pronto a transitar. Un lugar desde el cual empezar y, lo más importante, un lugar a dónde llegar. Una seguridad en la mano.
¿Quién no se sentiría tentado a emprenderlo teniendo una seguridad como meta?
Quizás nadie conozca el verdadero sentido de este mapa.
Mirándolo un poco más de lejos, creo que el único y verdadero sentido era perderme. A todos nosotros. Ése era su fin, su punto de llegada.
Mi propio mapa definió mi destino.
Nada me salvará, salvo aquello que mis propias manos texturen o se animen a moldear.
La suavidad y la confianza en mis formas me aseguran un poco más de calma en este mundo tan salvaje. Pero la seguridad del mapa es la única que puede calmar (un poco) la angustia perforada.
El aroma del azahar me devuelve por un momento a la realidad, de la que ahora estoy a años luz. Ya ni la distingo, salvo por la dureza de la mesa sobre la que escribo.
La fortaleza de este trazo me hace creer que, realmente, algo maravilloso me espera.
Mi espíritu intenta hablarme y me conduce con fuerza a un extremo, y también al otro. Me dice cosas opuestas. Lucha por llegar a donde ya no sea necesario decir nada más.
Podré dormir, algún día, cuando ya no tenga más palabras.
No soy una bruja (solo a veces). Tampoco me especializo en la clarividencia. Pero hay un día que sé que sucederá. Sé mucho del cómo, poco del cuándo.
No encontraré la paz en el amanecer. No encontraré ni siquiera un suspiro profundo y relajado. Apenas encontraré un sueño pérfido y confuso. Difuminado y borroso, ausente de cualquier sentido.
Tengo que seguir escarbando, aunque ya me haya arrancado de cuajo todas las uñas y me quede en carne viva.
Una de esas tantas paredes que escarbe, tendrá que ser la última.
El mapa de mi vida fue escrito hace mucho, en algún sueño, que todavía no puedo descifrar.
Sin sueño, pero sin calma, nunca se llega a destino. Ambos, deberían encontrarse.
Cuando el sueño y la calma acudan a mí, podré descansar en paz.
Cuando todo lo que dejé atrás un día pueda acompañarme sin hacerme daño, podré soñar algo un poco más claro.
Y solo cuando el amor de ese sueño me ahogue, voy a arder, vibrante y alegre entre llamas que no queman
Un mapa me dijo el camino, pero yo no pienso seguirlo.
No soy dueña siquiera de mis propios pies. Ellos prefieren quedarse quietos, mientras yo escribo.
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