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martes, 3 de agosto de 2010

El ovni

El artefacto pasó, pasó, pasó, pasó, y se detuvo.
Prendió las luces. Verdes y violetas.
¿Buenos? ¿Malos?
Les iba a dar todo lo que pidan, de cualquier manera.

Hoy, tranquila en mi nido, amanecí acobijada mejor que nunca. No tenía espacio en la memoria para nada, salvo para las pantuflas.

Así, empecé el día saludando a todo, a todos, y les dije:
- Hola, hoy vamos a vivir un nuevo día juntos. Espero que lo disfruten. Yo intentaré lo mismo.

Y con las pantuflas bien puestas, rogué también que él se dejara de jugar conmigo. No podría soportarlo un día más. Por eso, a él, fue al único que no saludé.

De pantuflas, pero igual con una sonrisa radiante, miré a través de la ventana las luces verdes y violetas.

La escalerita bajó del ovni y yo, inmediatamente, me subí.
Gracias a dios que tenía pantuflas. Duele un poco el fino y frío metal de las escaleras.

Soy incierta pero soy constante, nunca me gustó salir de la cama descalza.

¨No quisiera detener
esta oleada que me lleva
a dónde, a dónde no lo sé,
sólo me muevo con ella.

Y nadie ahí me conocerá,
y a nadie ahí reconoceré
pero no tengo miedo.
...
Y todo lo que ya viví,
lo sigo cargando.
Lo llevo muy dentro de mí
nunca lo he olvidado…¨

Oleada
Julieta Venegas
http://www.youtube.com/watch?v=8IJw2lD4jHk

Los secretos de la ligustrina

En el jardín de casa teníamos una medianera.
Para mis ojos, cuando la veía desde mi pequeña altura, la medianera me resultaba un gran muro. Estaba completamente cubierta de una ligustrina frondosa.

No sé cómo podía pasar, pero la ligustrina era igual de verde y también igual de frondosa, en cualquier momento del año. Era la más mágica de las ligustrinas atemporales.

Un día, muchos en realidad, me paré delante de ella, y la miraba. Hojitas verdes y pequeñitas, infinitas, pegaditas, una al lado de la otra, ocultando el muro de cemento.

El mejor vestido que jamás pudo haber tenido ese muro de cemento, fue la eterna verde ligustrina.

La mañana se sentía suave en mi garganta, los rayos de sol me cegaban un poco y esperaban con paciencia que yo pudiera distinguir las nuevas cosas que querían contarme su forma. La verdad estaba esperando a ser revelada, la mañana me quería contar tantas cosas, pero poco a poco, sin ansiedad.

La mañana quería contarme sus secretos.

Y justo esa mañana los secretos decidieron posarse en mi ligustrina, y me hablaron.
Festejamos nuestro encuentro.

Lástima que no puedo contar lo que me dijeron, es un secreto.