Una frase de Borges volvió a mí.
No nos conocimos, por supuesto. Probablemente, de haberme encontrado frente a él, la omisión de emitir cualquier sonido hubiera sido lo único que se me antojaría más inteligente. ¿Cómo emitir una sola palabra? Era totalmente innecesario.
Pero así y todo, me siento con derecho de sentir una relación de amor y odio.
Mayormente, lo amo por ser tan sabio, tan profundo, único, inteligente, original, y maravilloso. Otras, creo que debería ser un poco menos soberbio. Y cuando pienso eso inmediatamente me cuestiono: él hacía lo mismo que todos, solo que de manera más exagerada y siempre más inteligente y honesta, simplemente podía hacerlo. Semejante genio no podías más que llegar hasta el fondo de cualquier cuestión.
Esta frase entonces volvió a mí, porque el destino así lo quiso. Es acerca de las cosas, los objetos. Aclaro: yo amo los objetos. Mis objetos. Cada uno encierra una historia y una parte de MI historia. Sin embargo ellos "durarán más allá de nuestro olvido, no sabrán nunca que nos hemos ido".
Es en ese momento cuando me pongo a pensar en todos los objetos que me rodean.
Solo al alcance de mi vista podría enumerar más de 100 objetos. Y mi campo visual no es demasiado amplio. Diferente sería que esté frente a una ventana abierta, y un campo abrazadoramente verde me iluminara. En ese caso, no hay palabras, solo experimento éxtasis. Pero, valga la redundancia, no es el caso.
El caso es que la noche me abraza, me cobija, me contiene, me dice: todavía no es el momento….
Respiro profundo, siento la vida que me recorre, que me permite seguir escribiendo. Siento el calor en la garganta, siento el ardor en el estómago. Todavía estoy viva, y sigo pensando en todos los objetos que me rodean. No me expando más allá de mis fronteras. Mi casa es mi reino, es mi guarida. Así y todo, no podría ser un superhéroe expuesto todo el tiempo a situaciones loquísimas y abrumadoramente emocionantes. Ellos tienen su guarida, claro, la metáfora es la misma. La guarida representa todo lo que somos. En mi guarida guardo mis objetos, en mi guarida y con mis objetos soy mi propia reina. En mi guarida, no hay apariencia que valga.
Los objetos de mi casa, más allá de cómo sea su historia, más allá de cuál haya sido su origen o vida previa antes de llegar a mí, ahora se me hacen propios. Ellos llegaron, yo los alcancé, me los apropié. Soy tan humana que tengo esa necesidad de poseer para sentirme más rica.
La posesión no es la mejor manera de empezar ningún tipo de relación, lo sé. Y nada puede poseerse por completo. Es el momento en el que Borges me dice: cuando vos fuiste, yo ya fui y volví. Los objetos, más allá de mi sentimiento de posesión, siguen teniendo su vida propia. No puedo reemplazar su pasado, apenas si puedo imprimirles mi propio estigma. Pero ellos seguirán viviendo, de cualquier manera (incluso despedazados en un basural, formando parte de una gran montaña de basura que pasa a ser otro tipo de energía) independientemente de mí.
Sabiendo esto, aún así, no puedo evitar imprimirle mi propio estigma a cada objeto.
Siento la necesidad de relacionarme de vez en cuando con todos los objetos que me rodean. Es una necesidad cíclica. Por momentos prefiero que cualquier otra persona los manosee, les saque el polvo, les imprima su sello. Solo dejo que se suceda porque quiero olvidarme de todo. Sin embargo, en un momento dado se aminora la velocidad y la vista se posa en un punto fijo e inequívoco. En un objeto. En cuanto empiezo a analizarlo me abstraigo tanto que se me hace ajeno. Aún así lo sigo mirando en detalle hasta que vuelvo a reconocerlo. Empiezo a recordar: de dónde saliste, alguien te tuvo antes, viniste de la energía misma, de un árbol, de materia prima, viniste de otra historia, de fábrica, de artesano, naciste en cadena o sos único. ¿Por qué estás acá o porqué ya no deberían más estar acá? ¿Dónde deberían estar entonces?
La seguridad es que voy a ser los única responsable de eso.
Millones de historias que podrían contarse o que nunca podrán ser contadas.
Los objetos, y nosotros mismos, cuando pasemos a ser objetos, guardaremos por siempre una historia, contenida únicamente en su subjetividad.
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sábado, 10 de julio de 2010
miércoles, 7 de julio de 2010
Estar perdido
Yo estoy perdida.
Salgo de la casa y no sé si encarar para la izquierda o para la derecha. Pero porque son solo (o tantas!) las únicas dos direcciones que tenía posibilidad de encarar.
Ir para atrás significaría volverme a un ascensor, con temor, y defraudada al saber que ni siquiera pude pisar una baldosa.
Ir para adelante significa una página en blanco. Tantas veces quisimos tener frente nuestro una de esas. Tener una página en blanco significa no tener que dar tantas explicaciones, significa poder empezar a escribir en imprenta o en cursiva, poder tener letra chica o grande. Significa poder tomar una nueva elección.
El registro de la página anterior sigue vigente, igual que antes. La escritura no admite vueltas a cero.
Pero la página nueva amplía el límite de lo posible.
Si yo digo de ir hacia la izquierda, el camino correcto seguramente era la derecha.
Esto no es una poetizacación de nada.
Si tengo la convicción de que una dirección es la correcta,
la otra dirección opuesta termina siendo la indicada
(aunque quizás solo en el corto plazo).
No hay una segunda intención al desviarme del camino.
Por el contrario, mi mayor deseo e intención es llegar cuanto antes a destino.
La ansiedad no permite dilaciones.
Pero el sonido de ese saxo siempre me desvía.
Es que un buen augurio está por florecer.
Los brotes se asoman tímidos pero, ellos sí, seguros.
Hay que hacer fuerza para salir de la rama.
La noche se abre a cada metro.
Una nube nueva despeja una duda.
A ella no le importa si resolvemos algo o no.
Sigo mirando el cielo. Mi termómetro de sentimientos.
No se pueden tener pensamientos sinceros sin contemplar el cielo.
Y aunque se me tilde de soberbia, es mi página en blanco y digo lo que quiero.
Soy un saxo? soy de sexo?
Soy de noche.
Salgo de la casa y no sé si encarar para la izquierda o para la derecha. Pero porque son solo (o tantas!) las únicas dos direcciones que tenía posibilidad de encarar.
Ir para atrás significaría volverme a un ascensor, con temor, y defraudada al saber que ni siquiera pude pisar una baldosa.
Ir para adelante significa una página en blanco. Tantas veces quisimos tener frente nuestro una de esas. Tener una página en blanco significa no tener que dar tantas explicaciones, significa poder empezar a escribir en imprenta o en cursiva, poder tener letra chica o grande. Significa poder tomar una nueva elección.
El registro de la página anterior sigue vigente, igual que antes. La escritura no admite vueltas a cero.
Pero la página nueva amplía el límite de lo posible.
Si yo digo de ir hacia la izquierda, el camino correcto seguramente era la derecha.
Esto no es una poetizacación de nada.
Si tengo la convicción de que una dirección es la correcta,
la otra dirección opuesta termina siendo la indicada
(aunque quizás solo en el corto plazo).
No hay una segunda intención al desviarme del camino.
Por el contrario, mi mayor deseo e intención es llegar cuanto antes a destino.
La ansiedad no permite dilaciones.
Pero el sonido de ese saxo siempre me desvía.
Es que un buen augurio está por florecer.
Los brotes se asoman tímidos pero, ellos sí, seguros.
Hay que hacer fuerza para salir de la rama.
La noche se abre a cada metro.
Una nube nueva despeja una duda.
A ella no le importa si resolvemos algo o no.
Sigo mirando el cielo. Mi termómetro de sentimientos.
No se pueden tener pensamientos sinceros sin contemplar el cielo.
Y aunque se me tilde de soberbia, es mi página en blanco y digo lo que quiero.
Soy un saxo? soy de sexo?
Soy de noche.
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