Caracol de piedra, a dónde me llevás.
Arena de madera, nunca podrás parecerte al roble, pero igual sos hermosa.
Resplandecés en el medio de la nada, cuando todo es incapaz de brillar.
Tu brillo me ilumina antes de que se esconda el sol.
Nos critican arenita, porque somos demasiado pegadizas, demasiado querendonas.
Pero sin nuestro cariño la vida sería diferente, aunque quieran negarlo.
Pocas cosas se sienten de verdad, pero tu necesidad de huir y mi necesidad de realidad
son de las pocas cosas que se sienten.
A veces no nos quieren, arenita, pero en el fondo nos extrañan.
Vos aparecés cuando ya no queda nada de vos.
Estás en todos lados, tranquila y presente, recordándome que se puede ser pequeñito pero querible.
Y yo te sobrevivo, recordándote que todavía nos palpan de vez en cuando.
Y las dos nos resbalamos, porque somos movedizas.