Soy una bruja de junio. Desnuda y con frío.
Lo más cálido trata de ser el rojo de mis uñas. Pero me parece que le añade un componente todavía un poco más perverso.
Estoy volando, invisible, por todos los aires fríos que congelan las puntas de las narices.
Te rodeo de frío
Cómo explicarte que estoy fría, pero llena de amor.
Mi amor da escalofrío. No logra calentarte, pero aún así es completamente mágico.
El problema es que no puedo terminar de desprenderme de mi árbol de brisa helada.
Hasta que no me veas roja, no me arranques.
Ni oses intentarlo, cuando ya esté amarilla, y quemada.
Dejame envolverte todavía un tiempo más,
roja
amarilla
o seca
hasta caer, por mi propio peso.
Buscar este blog
lunes, 28 de junio de 2010
domingo, 27 de junio de 2010
Día blusero
Quizás fue el día.
El domingo me inspira sentimientos encontrados.
También pudo haber sido el tren, tan solitario.
Me preguntaba si no me habría equivocado, si no estaría en una realidad paralela, en un tren de domingo al mediodía, en un sueño.
Viajando, mirando por la ventana, se me ocurrió que un día como éste era, propiamente, un día blusero.
¿Cómo sería un día como éste?
Supongo que sería como yo lo veía: nublado, lluvioso, frío, el tren vacío.
La niebla no deja que se recorte el horizonte. Nada tiene límities y todo parece ser más difuso, pero también más cercano. Un día sin límites, un día un poco más flexible.
Las pisadas pegajozas tampoco están seguras de querer desprenderse del piso a cada paso. Quieren estar un poco de tiempo juntas. ¿Quién era yo para separarlas?
Barro, café, mucho.
Chocolates, cigarrillos, whisky.
Por supuesto, siempre de fondo, siempre presente, la música.
Una voz carrasposa, de pozo sin fondo, pero sin eco.
La voz se me iba metiendo, como un bicho, una plaga de bichos, por las orejas.
Un vez que entró la primera, era imposible detener al resto.
Sentía el cosquilleo de los bichos en mi oreja.
Pasos de pequeñas punzadas que nunca se quedaban quietos.
Un ejército de notas llegaba hasta el oído medio y unas pocas se atrevían a desviarse, pasando por las fosas nasales.
Y es gracias a ellas, que pude también respirar ese ejército de notas de mi día blusero.
Respiro esa voz, respiro la humedad.
Huele a pensamientos silenciosos, a verdades todavía no dichas.
Huele a muchos recuerdos.
Y es siempre que siento ese olor, cuando se me punza el corazón.
No todo es tan hermosamente perfecto en este día blusero.
Igual, tiene su mística.
El domingo me inspira sentimientos encontrados.
También pudo haber sido el tren, tan solitario.
Me preguntaba si no me habría equivocado, si no estaría en una realidad paralela, en un tren de domingo al mediodía, en un sueño.
Viajando, mirando por la ventana, se me ocurrió que un día como éste era, propiamente, un día blusero.
¿Cómo sería un día como éste?
Supongo que sería como yo lo veía: nublado, lluvioso, frío, el tren vacío.
La niebla no deja que se recorte el horizonte. Nada tiene límities y todo parece ser más difuso, pero también más cercano. Un día sin límites, un día un poco más flexible.
Las pisadas pegajozas tampoco están seguras de querer desprenderse del piso a cada paso. Quieren estar un poco de tiempo juntas. ¿Quién era yo para separarlas?
Barro, café, mucho.
Chocolates, cigarrillos, whisky.
Por supuesto, siempre de fondo, siempre presente, la música.
Una voz carrasposa, de pozo sin fondo, pero sin eco.
La voz se me iba metiendo, como un bicho, una plaga de bichos, por las orejas.
Un vez que entró la primera, era imposible detener al resto.
Sentía el cosquilleo de los bichos en mi oreja.
Pasos de pequeñas punzadas que nunca se quedaban quietos.
Un ejército de notas llegaba hasta el oído medio y unas pocas se atrevían a desviarse, pasando por las fosas nasales.
Y es gracias a ellas, que pude también respirar ese ejército de notas de mi día blusero.
Respiro esa voz, respiro la humedad.
Huele a pensamientos silenciosos, a verdades todavía no dichas.
Huele a muchos recuerdos.
Y es siempre que siento ese olor, cuando se me punza el corazón.
No todo es tan hermosamente perfecto en este día blusero.
Igual, tiene su mística.
Todos trigaban igual
A veces me pregunto cuán loca puedo estar.
En ciertos momentos creo que estoy menos loca, que es solo mi propia impresión la que me hace creer que es más terrible.
Sin embargo, en otros momentos, cuando me sincero un poquito más, paso a entender que es bastante serio el asunto.
Por suerte se podría estar un poco más loca todavía, si ni siquiera me detuviera un buen rato a pensarlo.
Igual, sumo un poco más de locura cuando pienso que estoy tan loca como para detenerme a pensar eso.
Es como un trabalenguas, un tigre, dos tigres, tres tigres trigaban en un trigal.
¿Qué tigre trigaba más?
Todos trigaban igual.
En ciertos momentos creo que estoy menos loca, que es solo mi propia impresión la que me hace creer que es más terrible.
Sin embargo, en otros momentos, cuando me sincero un poquito más, paso a entender que es bastante serio el asunto.
Por suerte se podría estar un poco más loca todavía, si ni siquiera me detuviera un buen rato a pensarlo.
Igual, sumo un poco más de locura cuando pienso que estoy tan loca como para detenerme a pensar eso.
Es como un trabalenguas, un tigre, dos tigres, tres tigres trigaban en un trigal.
¿Qué tigre trigaba más?
Todos trigaban igual.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)