Pensé que te habías ido,
realmente estaba convencida de que nunca más volvería a sentirte.
Bendita puntada en el pecho.
Sí, sos puntada, ya te puse nombre.
¿¿Eh?? ¿Qué es lo que decís?
Entendeme, me da igual que te guste o no. No cambia en nada cómo elijas llamarte.
Nos punzamos, nos aguijoneamos
y nos dejamos marcas imborrables
(¿es posible que no te hayas dado cuenta?
yo también pincho, aunque no tenga punta).
Pero vos perforás, puntada. Vaya sorpresa.
Así es que seguimos dando vueltas, este cuerpo, y yo, y esta bendita puntada.
Siempre inalcanzable, siempre muy cerca.
En parte lo intuyo: si llegara a tocarte, yo misma quedaría prendida fuego.
Pero si algún día lo logro, ese mismo día
te amaso
te palpo
(incluso varias veces por día)
pero también
te abandono
te imploro olvido
y si me animo, te pregunto:
¿porqué todavía estás ahí?
Sé que tuve que haber sido yo quien te dio la vida, pero también sé que ahora solo quisiera quitártela.
Es contradictorio, infantil, incluso obsoleto. Ojalá pueda entenderlo finalmente: eran otros tiempos.
Naciste de alguna otra existencia, una demasiado ingenua, por demás soñadora y, estúpidamente, pura.
Sí, estúpida. Solo un ciego cree en la segura esterilidad de las agujas.
Cada vez que me pinchan, elijo no ver.
Ahora ya lo descubrí: existen jeringas sin control de calidad.
Jeringas ciegas, doblemente tuertas,
jeringas que ni siquiera tienen ojos.
Yo podría haber sido araña, y tendría incluso más de dos.
(Cuando me pinchan, todavía cierro los ojos)
Y mi cuerpo padeció, si aún lo recuerdo: tenía los ojos cerrados.
Me convertí en una miga de pan, o quizás un pan tostado.
Cómo saberlo realmente....creo que es muy difícil conocerse a sí mismo.
Pero lo presiento. No es suficiente para un buen desayuno.
Alguno de sábado, con incontables rayos de sol, con muchos colores, y con una enorme sonrisa,
con un pecho endemoniado, ya liberado de toda puntada, desembarrado,
con el significado de la palabra ¨dolor¨, finalmente olvidado.
Mientras tanto, bendita seas,
porque cada vez que abro los ojos, seguís ahí.
Me recordás a esas olas que nunca pensamos llegarán tan lejos...las vemos venir, pero parecen pura espuma. Quizás por eso nos quedamos quietos en la orilla.
Ahora estoy revolcada en la arena, llena de conchas, y sin castillo.
Es que se lo devoró la marea, la misma que parecía pura espuma.
Bendita puntada, espero te guste tu obituario.
Te estoy despidiendo por adelantado, y te deseo el mejor de los destinos.
Puede ser cualquiera que elijas. Tu libertad es infinita, no lo olvides.
Pero creeme, tiene que ser cualquier otro,
donde nunca más tengas que estar encerrada
menos en un pecho,
y jamás,
nunca más,
en el mío.