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lunes, 7 de marzo de 2011

La huella

Un dedo, después el otro.
Y así dejo una huella.

Plácido domingo, entre serpientes y gatos.
En plena búsqueda de un bigote que me ilumine.
Creo que me resigno, porque es tarde para divisar como ayer remontaron barriletes.

Las costumbres son placenteras, aunque hoy quisiera cambiar un poquitito los hábitos.
Decido ser, por este único momento, la única dueña de la felicidad.
No puedo evitar pensar en las almas escépticas como las mías
que sufren cuando saben que no pueden percibir lo simple, lo real,
lo único que les gusta.

Me dejo acariciar, disfruto el infinito placer de lo único, sólo y mío.
El orgasmo mental de lo que nunca se repite,
el momento mágico que pronto y siempre todos olvidan
lo que a mí me alegra saber,
que me volverá a pasar algún día,
siempre que quiera volver a ser yo
la única y exclusiva dueña de la felicidad.