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domingo, 30 de noviembre de 2008

Hoy me desperté y sentí que me partía en dos



Mi cuerpo quedó tirado en la cama, pero yo empecé mi rutina como todos los días. Miraba hacia atrás y veía mi cuerpo, inmovilizado, en stop, flotante. Lo veía de otro color….todo lo que me rodeaba era claro y tenía la misma definición de siempre. Pero mi cuerpo se veía borroso, más blanquecino, como si estuviera atrapado adentro de una nube suave, algodonosa, fina, atravesada por hilos un poco más blancos, que cambian de forma constantemente.

Me fui de la habitación, tratando de seguir, e ignorar que mi cuerpo se quedaba embebido en el aire. Cuánto más podría fingir, tenía que probarlo. Pero mi día ya no tendría que ser como era. Sonámbula, me senté en el sillón verde, caluroso, traspirada, no queriendo sentir nada. Pero todo se sentía y me molestaba más que siempre. El calor, el dolor de cabeza, la fiaca, el hambre, el cansancio, el desgano. Todo se sentía doblemente fuerte. Todo me dolía mucho más. Necesitaba a mi cuerpo, necesitaba al canto de mi alma que me ayudara a pasar ese momento. Pero no nos conectamos. Lo más angustiante era saber si mi cuerpo se daba cuenta, de alguna manera, que yo estaba tratando de comunicarme con él.
No soporto los grises, no soporto no cerrar ciertas cosas. Todo el tiempo la vida me obliga a dejar cuestiones inconclusas. Quizás sea por eso que, las pocas que no me requieren esfuerzo en cerrarlas, quedan enterradas de la noche a la mañana. Porque serían más moscas rondándome, de las que ya tengo.
Esto no lo puedo cerrar. Una parte se queda en la cama. Y la otra, yo, que me pienso, trato de seguir andando.

Te fuiste, me dejaste acá, sin poder moverme. Pero todo lo demás está intacto. No tengo manera de hacerme entender. Cierro los ojos, y me voy volando, a donde siempre haya querido ir, solo tengo que imaginarlo. Quien lo hubiera dicho, que yo, la parte más imposibilitada, ser la que más disfruta de todo esto. Retorcida, como siempre.
Quisiera decírtelo, en este preciso momento, que no podés escucharme.
Puedo volar, me revuelco entre las nubes, te susurro toda mi canción.
Puedo amar, puedo quedarme en la completa oscuridad sin miedo, sin vértigo, con mi ángel. Puedo volar, sonreír, a pesar de la oscuridad. La luz está en mis ojos, los hubieras visto, si antes de huirme, me hubieras mirado profundamente. Pero te escapaste, me tuviste miedo. Te olvidaste que soy tu ángel, te olvidaste que mi mirada vale más que tantas palabras.

Estoy por abrir la puerta. Tengo tanto miedo. Mejor, vuelvo a la cama.

2 comentarios:

niklaüss dijo...

Creo que a todos nos pasa eso, de querer particionarnos en dos para poder cumplir con las obligaciones pero al mismo tiempo disfrutar alguna cosa.

Buenísimo el relato.

Besito!

Betunga dijo...

Lindo, lindo!