Buscando mi alma
ensucio todo mi cuerpo.
Lo pretendo todo.
Aquí y ahora
más que vivir,
todavía más que soñar.
Creer,
lo que sea
inconsciente
tararear
palparme suave,
embrujarme tibia
derretirme
con palabras puras,
livianas, verdaderas.
Pretendo extirparte
mugrienta desilusión.
Quiero sumergir este corazón en lavandina, escuchar un solo latido.
Una vez más, me alcanzó esta madrugada.
Y me encontró.
Sin sed
sin tiempo
sin melodía.
Y me lancé de cabeza desde esta hermosa terraza.
Fue todo una promesa, o fue todo mi imaginación.
Me juraron la existencia palpable de un gran y novedoso resorte (doble y reforzado) al caer. Prometieron la fuerza más solemne que exista al día de hoy, sólo para empujarme de nuevo, sí, a mí, y a lo alto. Me hicieron volver a creer en la vida misma.
Pero allá abajo no hay nada. Ni resortes, ni fuerza, ni calor, ni respiración, ni NADA de vida.
Apenas si percibo algunas palabras bastante aplastadas. Pobres, morirán sin ser dichas. Es que ahora están demasiado desparramadas para sustraerlas de su incoherencia.
Una abrumadora y brillante nadísima, bastante empalagosísima, siniestra, y pacientísima.
Fue un brillante y único sol que asomó, por primera vez, estallando de inocencia.
Fue un oscuro y apagado sol que se murió, poquito a poco.
Fui una fulgurante estrella.
Soy apenas una figura amorfa en el cielo, sin luz y sin sombra.
Viviendo de la oscuridad, amaneciendo sin intenciones, sobreviviendo sin esencia, sin músculos, babosa y destructiva, aunque un poco más fuerte.
Algún día espero poder volver a mirarte sin dolor, y entonces volver a creer.
Convencerme de que hubo un tiempo donde el sol existía, y me alumbraba.
Algún día espero titilar desde cualquier galaxia.
Algún día...aquí y ahora,
sin luz
y sin forma.
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