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lunes, 7 de noviembre de 2011

Ataque inesperado

Te había olvidado.
Ingenua hasta la idiotez, había creído que ya no formarías nunca más parte de mi vida.

Así fue que un día, debo de haber bajado la guardia. Me despojé.
Te abrí mi alma sin reparos, solo porque me había olvidado tu existencia, y tu única verdad:
apenas si podés camuflarte desprolija, mentira asesina, siempre seguirás siendo igual (o más) maligna.
Desde el preciso momento que alguien te hace nacer, y te usa....
Nunca elegís tu destino, quizás por eso seas tan resentida. Con sólo hacerte nacer te otorgan toda la fuerza.
Siempre lista para gozar, ése, tu mejor momento, el de tu uso.

No puedo culparte...nadie puede hacer caso omiso de su esencia.

Así fue que, más allá de toda ingenua creencia, me hincaste los dientes en el corazón.
Sin haberte esterilizado, me envenenaste, me derrumbaste sin piedad, ausencia tras ausencia, una enorme e inútil pila de sueños.

Mucho tiempo después, por fin te enfrento:
sí, me destrozaste, sí, me cagaste los sueños, sí, dejé que ganaras, pero sólo ésta batalla.

Supongo que ahora debés estar por acá nomás, relojeando mi nuca.
Fuiste toda mentira que esperaba, y un poquito más.
Fuiste tanta mentira como yo.
Sin embargo, hoy diste un paso en falso: abusaste de tu poder,
y te volviste demasiado sorda, ciega,
y entonces demasiado muerta..
Morite....mentira...

Pues bien, creo que ya estamos a mano, te diluyo en un cielo negro sin estrellas
regalo tu presencia al vacío.
Aunque seamos iguales en algo nos oponemos: nunca disfrutaré tu dolor, nunca gozaré tu derrumbe.
Llegó el momento en que puedo mirarte a los ojos y clavarte este puñal
por puro gusto
(no puede matarse a algo que ya está muerto).

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