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miércoles, 18 de agosto de 2010

De espaldas

Uno y dos.
Consecutivos.
Uno, y dos, y tres.
Si llego a tres, llego a donde quiera.
El número impar me da una fuerza sobrehumana.
Me gusta el diez, y me gusta el quince.
Siempre hay un roto para un descocido.
Por eso me pregunto, ¿dónde habré dejado los alfileres?

En caso de que encuentre los alfileres, tendría que encontrar también el hilo. Pero no cualquier hilo. Tiene que ser el hilo que cuaje de maravillas con esa prenda. No puedo coser con rojo una prenda azul.
En realidad, podría.
Pero no es mi estilo.
Si tengo que coser esta tela, tendrá que ser siguiendo el parámetro de la perfección y el detalle. Mi parámetro es ese, y no admito cuerdas reflexiones.

Cierro un ojo. Todo mi mundo se reduce a la mitad de lo que es.
Tomo la aguja, con el cuidado de estar abrazando una estrella, con la parsimonia de estar desgajando una hebra de cielo.
Cada hebra que le quite al cielo será una mancha blanca al día siguiente. Será una nube que me cubre del sol.
Tomo esa hebra azul y la enhebro en mi aguja.
No conozco una estrella que tenga imperfecciones. La mía tampoco podría tenerlas.

Y así me puse a coser, toda la noche. El hilo y la aguja atravesaban la realidad, la remendaban con el mayor de los cuidados, con todo el amor que existe en este mundo
El amor a dar más vida a algo, gracias a que existimos.
El amor de un grito desesperado, que aclamó nuestra presencia.

Cosiendo el cielo, lo dejé sin nubes. Lo dejé azul. Lo dejé lleno de vida y de esperanza.

Cosiendo se me pasó toda la noche, mientras caminaba de espaldas.
Era necesario, necesitaba concentrarme en la tarea, ardua tarea, que emprendía.

Cuando camino de espaldas, veo todo lo que dejo atrás.
Dicen que caminar de espaldas es estar hablándole, o cantándole, a un ángel. Es una actitud infantil, negadora.
Me gusta caminar de espaldas.
Me gusta saber que no tengo idea con qué puedo encontrarme si me doy vuelta.
Si me tengo que chocar contra algo, prefiero que sea sin verle la cara.

No somos tan importantes,
Aunque nuestra realidad, vista muy de cerca, puede que resulte aún más intimidante.

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